Jon Santacana y Miguel Galindo, que formaron una de las mejores parejas de esquiadores paralímpicos de la historia, han inspirado a decenas de personas con discapacidad en una charla en la que hilvanaron su trayectoria deportiva con los avances tecnológicos aplicados al esquí alpino.
El exesquiador donostiarra y su guía participaron la semana pasada en un Córner Café organizado en la sede de Por Talento Digital. Allí expusieron cómo lograron superarse, pese a algunas lesiones graves, para esquiar incluso a 120 km/h con una agudeza visual de un 5%.
Santacana subrayó que realizar este deporte “es una mezcla de sensación de deslizamiento, como el patinaje sobre hielo, y muy rico a nivel sensorial. Asegura que en sus inicios le enganchó “mucho” porque suponía “un riesgo, pero también una emoción”.
La influencia de los guías en su carrera deportiva
Todo empezó cuando contactó con la ONCE y la Federación Española de Deportes para Ciegos. En una primera concentración en Andorra conoció a su primer guía, Raúl Capdevila. Ambos entraron en el equipo nacional, pero su compañero tuvo que dejar la competición puesto que “implicaba estar 250 días al año fuera de casa”.
A finales de 2002, Santacana conoció a Galindo, con quien labró una exitosa carrera deportiva que se ha prolongado durante 17 años. Uno de los momentos más destacados de esta relación llegó antes de los Juegos Paralímpicos de Turín 2006. En ese año el esquiador se rompió la tibia y el peroné. Su ilusión le llevó a competir con una férula de fibra de carbono que protegía la pierna lesionada dos meses antes. “Era una especie de espinillera forrada por dentro con unas espumas”, recordó.
Después, se marcaron como objetivo los Juegos Paralímpicos de Vancouver 2010. Santacana sufría en las pruebas de velocidad, donde pasaba miedo a 120 km/h. “Necesitaba información para mejorar. A veces llegábamos a meta y me echaba a llorar de lo mal que lo había pasado”, comentó.
El deporte paralímpico y la tecnología
Inicialmente se comunicaba con su compañero a través de un laringófono, con el que le daba directrices por radio mientras cada uno portaba un auricular, pero transmitía información de mala calidad y con interferencias.
Llegaron a probar el ‘grito pelao’ para que Galindo transmitiera las instrucciones a Santacana a viva voz mientras se giraba constantemente hacia atrás para asegurarse de que le seguía. Sin embargo, la sincronización dejaba mucho que desear.
Así llegaron a la solución de instalar unos intercomunicadores en los cascos vía Bluetooth, a través de los cuales Galindo emitía las órdenes a Santacana. Ese sistema era pionero en el ámbito internacional y al año siguiente se expandió entre todos los demás rivales.
Ellos supieron sacarle el mayor partido con un lenguaje de palabras sencillas, algo que no todos sus competidores hacían. “Empezamos a mejorar. En los Juegos de Vancouver fuimos capaces de hacer unas de las mejores carreras de nuestra vida y ganamos el oro en descenso”, explicó el guía ante el público que asistió la semana pasada a la charla en el Hub de Fundación ONCE.
No fue la única innovación. También probaron diferentes colores en la ropa para que Santacana pudiera ver mejor a Galindo, puesto que al final de su trayectoria había perdido agudeza visual.
Además, emplearon una aplicación móvil para los entrenamientos, que calculaba el desnivel, las horas y la velocidad de las bajadas, con lo que pudieron desarrollar distintos niveles de intensidad. Y cámaras de acción que detectaban la distancia física entre ambos.
“Las tecnologías están para solucionar un problema. Lo primero es encontrarlo. La segunda, buscar una solución. Una vez que la tienes, probarla. Y, por último, hay que aprender a usarlas. Os invito a que uséis la tecnología y en lugar de encontrar problemas, buscar motivaciones para el día a día”, concluyó Galindo.